Cuando éramos niños, nuestros padres nos protegían de todo peligro. Nos llevaban de la mano a la escuela, nos vigilaban mientras jugábamos en el parque y nos prohíbe subir a los árboles. Nos querían seguros y protegidos de todo mal.
Pero, a medida que fuimos creciendo, nuestros padres empezaron a darse cuenta de que era necesario que aprendiéramos a tomar riesgos. Que no todo el mundo es malo y que, a veces, es necesario arriesgarse para conseguir lo que se quiere.
Así, nos enseñaron y nos dejaron aprender a valorar el riesgo y a tomar decisiones inteligentes. Hoy en día, somos adultos y seguimos aprendiendo de nuestros padres.
Nos damos cuenta de que es necesario que nuestros hijos aprendan a tomar riesgos y a valorar el peligro. Por eso, es importante que dejemos a nuestros hijos ir solos a lugares, que les dejemos subir a los árboles y aprender a escalar objetos o saltar de ellos y desarrollarse a través de actividad física y que les dejemos jugar con otros niños.
Un padre atento podrá entrever cuales son las actividades favoritas de su hijo y así encaminarlo en algún deporte que vaya a empujarlo en esa misma dirección, por ejemplo, quizás escalar árboles resulta muy peligroso pero por otro parte aprender a hacer escalada deportiva con todo el equipo y técnica en orden es sumamente seguro y le permitirá explorar nuevos horizontes de su cuerpo y de su responsabilidad. Necesitan aprender a tomar decisiones inteligentes y a valorar el riesgo.